Los gatos son limpios por naturaleza. Su ancestral costumbre de aseo diario hace innecesario, en la mayoría de los casos, someterles a un baño con agua y jabón. Sin embargo, existen situaciones en las cuales el baño resulta imprescindible: la presencia de alguna sustancia tóxica en su pelo, pulgas, suciedad excesiva por algún motivo, etc.
Se dice que los gatos le tienen terror al agua. Pero hay formas de convertir este paso en una agradable experiencia para él.
Antes de empezar hay que tenerlo todo a mano. Es importante que usemos un jabón líquido específico para gatos, pues de otro modo podríamos dañar los aceites esenciales de su piel. También es aconsejable colocar en el fondo de la bañera una toalla para que pueda clavar las uñas y le de sensación de firmeza. El agua tiene que estar a una temperatura agradable, tibia tirando a caliente, pero no excesivamente. Con un palmo de agua en la bañera será suficiente. También tendremos preparada una jarra o recipiente de plástico para mojarlo y enjuagarlo, utilizando el mismo agua de la bañera. Una de las cosas que más asusta a un gato es el ruido, el ruido de la ducha o del grifo. Al usar una jarra, la sensación del agua cayendo suavemente y de forma silenciosa sobre él, le resultará sumamente placentera.
Tanto si bañamos a perros como a gatos, es importante tranquilizarles con nuestra voz. Una sucesión de palabras cariñosas en un tono de voz suave aplaca sus miedos y su estrés, y les da a entender que el baño es una demostración de cariño por nuestra parte.
El baño de un gato ha de ser lo más rápido posible, pues en el momento en que se canse, querrá saltar para salir de la bañera. Al finalizar, lo secaremos con una toalla y, según el pelaje y el carácter del animal, podremos utilizar un secador. También depende de la estación en que nos encontremos. Si es verano y hace calor, el gato disfrutará secándose por sí mismo al sol.
Finalmente, es importante premiarle (tanto para gatos como para perros) con alguna "chuchería", como recompensa por haberse portado bien :)