Nos lo trajeron a primera hora de la tarde. Se le veía triste, cabizbajo, caminaba lentamente, y en su mirada esquiva se podía leer el remordimiento del niño que ha sido sorprendido haciendo una travesura.
Y lo cierto es que, su "travesura" bien podía haberle costado la vida. Porque había saltado, nada menos, desde una altura de 3 pisos.
Algunos vecinos declararon que se encontraba ladrando asomado a la azotea, y que, en un momento dado, saltó hacia el exterior, con tanta suerte que fue a caer sobre un árbol joven que amortiguó el posterior impacto contra el suelo al precio de perder alguna de sus ramas. Además, cayó de costado, lo que le libró de haberse roto alguna pata. Según los testigos, nada más caer, se levantó como si nada y salió corriendo, imaginamos que poseído por el monumental susto de la experiencia sufrida. Pero su buena suerte no acabó ahí; su dueña, que no sabía nada, le encontró vagando por la calle Real, cuando regresaba a casa para comer. Parece que el ángel de la guarda de los perros hubiese decidido aquél día dedicarse por entero a Nacho.
Así pues, su dueña nos lo trajo a primera hora de la tarde, temiendo que, a pesar de no mostrar ninguna herida visible, tuviese algún órgano dañado a causa del tremendo impacto. Pero nada más lejos. Nacho sólo se encontraba dolorido y con una ligera contusión. Tras un concienzudo exámen, le administramos un analgésico y le entregamos a su dueña las dosis necesarias para prolongar el tratamiento durante 3 días más. La dueña no podía creerlo. Antes de abandonar la consulta nos preguntó una vez más:
- Entonces... ¿No hay nada roto?
- No. Sólo el árbol :)